Vecino, familiar o amigo, todos conocemos a alguien que ha sentido la llamada de la vocación cuando llega el difícil momento de enfrentarse a su futuro laboral, y que sin dudarlo, decide entregar su vida al servicio de sus conciudadanos, opositando al empleo público en un generoso acto de filantropía, y así formar parte, una vez superadas las pruebas, de los más de 2.500.000 de trabajadores (uno de cada ocho) que con el orgullo y la satisfacción del deber cumplido, aportan día a día su grano de arena a una sociedad que en muchos casos no los merece.
